La historia de la publicidad es muy vieja. Desde que existieron los productos y la competencia, desde entonces se vieron las primeras formas de publicidad. Ya los egipcios realizaban avisos públicos que han quedado plasmados en algunos papiros encontrados en Tebas; los griegos en cambio, fueron los primeros en realizar un logo. Hay muchos datos de la publicidad antigua, pero la que nos interesa es la moderna, mucho después de la invención de la imprenta.
Entre los años 1400 a 1800 se empleaban en la mayoría textos que, a falta de colores y de ilustraciones, ocupaban excesivos adornos como guirnaldas y tipografías muy complicadas, naturales para la época. Fue hasta finales de los años 1800 aproximadamente cuando las imágenes eran lo más importante en la publicidad. Por supuesto que eran dibujos a mano, en blanco y negro, que mostraban el producto con exageración.
En esta época los anuncios tenían textos muy largos, pues era necesario describir los beneficios de los productos para ‘mejorar’ la vida de las personas. Algunos artículos era fácil de describir, como los productos de belleza que jugaban con la vanidad de las mujeres; pero otros, como los ‘Kleenex’ eran objetos que la gente quizás no sabía usar, por lo cual indicaban a las personas de qué forma podía usarlos.
Después, un simple consejo de la marca no era suficiente, por lo que comenzaron a utilizar la autoridad. Ejemplo de esto son los cigarros recomendados por doctores y dentistas. En esas imágenes podemos observar que los textos ya se mezclaban con las imágenes y los colores eran de gran ayuda. Aunque el formato era un poco desordenado, ya ocupaban la cabeza, el cuerpo y el cierre en los anuncios.
Los textos enormes eran efectivos pues la gente tenía mucho tiempo para leer y para conocer cada producto. Pero con la llegada de la competencia y de la televisión, las mercas se dieron cuenta de que tenían que confeccionar copies más cortos y convincentes, con tipografías más sencillas y jugando un poco más con los colores.
El contenido de los textos fue haciéndose obvio y tonto. Con la llegada de David Ogilvy a la publicidad, hacia 1963, comenzaron los cambios importantes. Ese hombre dijo “El consumidor no es idiota, es tu esposa” y la era del marketing moderno llegó. Las investigaciones de mercado fueron la novedad y comenzaron a escuchar al cliente. De aquí ya conocemos mejor la historia hasta llegar a nuestros días.
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